9 de septiembre de 2010

Gracias

Una mirada, un gesto, una sonrisa…cosas tan pequeñas, tan insignificantes que te hacen sentir tanto. Pues ya lo dijo Antoine de Saint-Exupéry en El principito, “los pequeños detalles hacen que la vida sea interesante”.

Una experiencia como esta hace que veas la vida de otra manera, con otros ojos, con otra perspectiva, pero ¿realmente es necesario vivir una experiencia así para darse cuenta de ciertos detalles de la vida? No lo se, lo que si se es que me abierto esa otra ventana antes solamente imaginaba y no tenía muy clara.

Me fijado en la gente de este país, los he analizado todo lo minuciosamente que he podido, he reflexionado sobre ello y ahora las conclusiones parecen que afloran. Todo lo que el primer día carecía de sentido para mi, ahora adquirido un equilibrio y esa incomprensión era fruto simplemente del desconocimiento de la sociedad.

Esta semana, termina el ramadán y con ello un periodo dicho periodo esta haciendo aprender mucho sobre la cultura musulmana, sobre sus creencias, sobre su forma de ver y hacer las cosas, sobre todas esas incógnitas que muchas veces llevan a la farsa y a la incomprensión. No se conoce una cultura hasta que no se convive con ella. Este periodo termina justamente con la luna y se duda entre si terminara el viernes 10 o el sábado 11 por lo que hay que estar atentos por lo que pueda pasar. Toda la gente ha comenzado el ritual de preparación para tan esperado día, desde los mejores trajes, hasta los más diversos y sorprendentes peinados para la ocasión. Niño@s y mayores preparan esta fiesta con gran ilusión y devoción.

El tiempo se va agotando, queda menos de una semana de trabajo y uno empieza a sentir la morriña de esa gente que dejamos en nuestro país, pero algo por dentro de mi me mueve, me mueve a seguir viviendo experiencias como esta, a conocer gente como la que he conocido, gente con un corazón inmenso, gente con la cual uno se sentía muy cómodo.

Echare de menos a Maisha y su paciencia para conseguir entendernos, largas noches hablando mucho y comprendiendo un poco. A Ndiaga y todas las risas que hemos tenido a costa de cualquier cosa. A Soda y su lentitud para lavarnos la ropa. A Mansey y ese “Pule o Biang” (pollo o vaca) que todas las noches escuchábamos a la hora de la cena. A Cherif y su “yo comprend” cuando no se había enterado realmente de nada. A todos los niños que no se cansaban de jugar con nosotros y de tocarnos el pelo sorprendidos por nuestros rasgos. A Califa y las infinitas excusas por las cuales no había regado. A Omar, ese pequeño gran hombre que nos enseño tanto de esta cultura y de lo que es vivir al pie del cañón. A Lamarrana este artista que debería escribir un libro sobre el y sobre su enorme amabilidad a la hora de cedernos sin ningún reparo su cama. A Fayer ese pequeño e intrépido empresario y su intento de ecoturismo enfrentándose a una gran empresa del sector, pero el jugaba con el factor de conocer el terreno. A Amanda, esa vendedora con la cual me pase más de dos horas riendo para comprarla algo. A Ousein y su popularidad en cualquier parte de Senegal. A Jariya y a Mam por las risas en su boutique. A Lai y su increíble forma de cortar la carne mientras baila. A Pildorin, esa personilla que trabajaba en el consulado y que todavía me pregunto que será de el. A Ana y Eneco por cedernos su colchón hinchable, el cual terminaba siempre desinflado y su salón para dormir mas de una noche. A es@s tenderos que poco a poco nos iban enseñando palabras en Wolof. A toda esa gente cuyo nombre olvide, no por dejadez sino por imposibilidad de almacenamiento, pero que en mi cabeza quedan sus caras y lo compartido con ell@s….Los echaremos de menos, pero también aprovechare el tiempo que nos queda con ellos y quien sabe, quizás vuelvamos aquí en futuros viajes, al fin y al cabo casa y plato no nos van a faltar.

Sergio; que decir de el, mi compañero de incansables viajes por este país, esa persona que cuando llegue aquí no conocía apenas de nada y ahora lo considero mi amigo. Nos apoyamos cuando pasamos un mal momento y compartimos cuando pasamos uno bueno.

Bueno no es la hora de ponerse melancólico, simplemente de recordar y agradecer a todas esas personas que han hecho que esta experiencia sea inolvidable para mi. Todos los de aquí y todos los de allí. Y todavía queda una semana de trabajo y luego una semana viajando por este país, ya menos desconocido que el primer día, con otra de las personas que siempre ha estado ahí al pie del cañón tanto en los momentos buenos como en los malos y a la cual tengo unas ganas locas de ver. J

7 de septiembre de 2010

Fotiquis



Se huele el color???, SI



Un baobab con un nino sonador



Camino a ninguna parte



Una mirada

2 de septiembre de 2010

Historias

El tiempo que nos queda en este país, en este continente, se va agotando como una vela, una vela irrecuperable, pero que siempre se puede sustituir por otra y por otra y por otra. Empiezan aflorar las primeras conclusiones sobre este viaje, el análisis es difícil e importante, no hay que limitarse solo hacer y hacer, sino hay que analizar y sacar conclusiones de nuestras acciones, actos y demás.

En cuanto al tiempo pasado aquí, como experiencia increíble, inolvidable, me llevo mil historias que contar e infinitas que recordar. Todo ha sido una aventura que no sabias ni cuando iba a empezar ni cuando iba a terminar, desde salir a comer, hasta dar un paseo se convertía en anécdota tras anécdota que no te daba tiempo analizar y mucho menos apuntar. Las que más quedaran en el recuerdo y otras caerán en el olvido, pero eso tampoco es malo, por que siempre queda un pequeño residuo de algo que aflorara en la siguiente experiencia parecida, así es nuestra mente.

Aquí en Senegal uno nunca se siente solo, siempre tiene gente alrededor, normalmente si tengo que hablar por teléfono, me voy a una plaza que hay al lado de casa, allí me pongo debajo de un árbol y como normalmente es de noche es un buen lugar para observar sin ser observado y se puede hablar por teléfono tranquilamente, por que como digo, aquí uno nunca está solo. Pues llega un chico, se sentó a mi lado y se paso todo la conversación allí sentado. Al principio me molesto un poco, luego me resulto indiferente y luego, después de intercalar unas palabras y saludos con el me puse a reflexionar. No estaba intentando incomodarme, ni era una falta de educación, al contrario, era todo un gesto de cortesía quedarse allí sentado esperando a que terminara de hablar para saludarme y charlar un rato. Eso en Europa es impensable. Aquí el ritual del saludo no tiene tiempo concreto, cuanto más saludes, más agradecido se sentirá el otro.

Otra cosa que me sorprende y me cuesta acostumbrarme, por de donde vengo, es a las casas. Las casas siempre están llenas de gente, bueno mejor dicho el suelo de la puerta de las casas, porque aquí la casa se reduce a una habitación, donde dormir y poco mas, no se necesita nada más que una estera y un trozo de suelo. De repente venían niños o gente a casa y se sentaba tranquilamente en nuestras escaleras a observarnos, en España eso puede llegar a incomodar, pero aquí no, aquí es su forma de vida, no hay privacidad, para casi nada. En las casas se entra sin llamar, sin preguntar, entras te sientas y haces lo que quieras. Aquí no existe el concepto de me voy a encerrar en mi casa a trabajar, eso es simplemente impensable, las puerta, las veces que las hay siempre abiertas, eso si la cortinas cerradas para que no entren moscas ni mosquitos. Además cuando el calor aprieta se esta mejor en la calle a la sombra.

Las moscas, las incansables moscas. Aquí la gente convive con estos animalitos sin más. Ves a gente dormida sobre sus esteras con las moscas rondándoles por todo el cuerpo, incluso en la boca (y no digo esto por que den lastima, sino porque no les preocupan) y no se molestan en quitárselas, pueden vivir con ellas sobre su cuerpo perfectamente, cosa que a mi me pone de los nervios, estar en cualquier sitio y que haya una sola mosca cojonera, tocando la moral. Pues aquí no hay una, hay cientos. Y de los mosquitos, que decir, que no respetan a nada ni a nadie. El otro día sentado en la calle (como es habitual) escuche un mosquito cerca de mi oreja, ese pssss, que pone de los nervios y rápidamente como un loco me puse a pegar manotazos a diestro y siniestro. Ndiaga me dijo una cosa que me quedo sorprendido porque yo nunca habría pensado así: deja el mosquito y escúchale, que mientras le escuches esta volando y no te esta picando…Me dejo loco.

Muchas preguntas, algunas sin contestar otras con varias respuestas, pero ¿con que me quedo? Pues con muchas cosas, con ese cielo tan colorido y bucólico, con las largas conversaciones para entender poco la mayoría de las veces, con las noches mirando al cielo, con los niños de la calle que nos persiguen y nos piden regalos, con una niña lindísima que siempre que nos ve viene corriendo a que la cojamos, con la comida de Mama-Mansei, con las risas de Maisa, con los niños del restaurante que siempre nos piden algo, lo que sea, desde un móvil hasta una botella de agua, aquí en África todo vale para algo, todo tienen una utilidad ya este roto o no, con las tardes de lectura, con las largas horas de espera, con el entrar en ese estado de dormitación y mirando al frente, pensar en todo y pensar en nada…..

Gracias por todo el apoyo y la fuerza que estoy recibiendo a través del blog, es un orgullo poder contar con gente, que cuanto menos, le interesa lo que tu piensas y tu manera de ver las cosas.