Osteoliz, el pueblo de Gaspar Garcia Liviana.

Hoy vivimos con una comunidad, por fin, increíble, pero bueno vamos a empezar desde el principio, que sino rompo la dinámica.

Nos levantamos tempranito y después de un largo viaje llegamos a la ciudad de San Juan del sur, una ciudad, caracterizada por su agricultura y su turismo. Nos recibió la coorporación municipal y tuvimos una charla interesante con ellos sobre los proyectos que estaban funcionando en la ciudad, sobre todo el nuevo muelle de descarga de pescado (financiado por Japón).

Dimos un paseo por la ciudad y conocimos un poquito más de esta Nicaragua que como alguien diría, me está dingelando cada día más. Nos fuimos a comer un pescadito rico, Corbina, por lo visto es conocido, pero vamos que estaba de lujo. Dimos un paseo por la playita y vimos el contraste entre la parte de arriba de una terraza de un bar y la de abajo, todos con las mismas caras, pero en distintas situaciones, arriba los adinerados y abajo los menos adinerados. Esto lo podemos ver en cualquier parte del mundo, pero aquí como dice Alejandro, tenemos los sentimientos más a flor de piel.

Marchamos a la comunidad de Osteonil, un pueblo que tiene un proyecto de turismo cooperativo que quita el aliento, nos recibieron con un baile típico de la comunidad y tuvimos un encuentro para presentarnos los distintos proyecto que están haciendo allí, desde reforestación por el despale (como dicen aquí) hasta turismo, pasando por embellecimiento de la comunidad……Realizamos una dinámica para que nos contaran la problemática del lugar y poner en común diversas cuestiones sobre como intentar solucionarlas. En esta comunidad y en San Juan del Sur vivio un perosnaje que dio la vida por Nicaragua, Gaspar Garía Lavina, un Asturiano, de Aviles que lo dió todo por la gente sin recursos.

Nos fuimos a nuestra estancia por un día de personas de la comunidad, que alquilaban habitaciones desde la cooperativa. A mi me toco con Juanlu, con Alejandro, Thays e Inma en casa de Aníbal, un chico majísimo de 31 años, carpintero, con su panadería familiar, miembro de la cooperativa y mil cosas más. Aprendí mucho sobre Nicaragua con el, con su mujer y con una lindísima hija que tenía. Luego a cenar al “restaurante” lo pongo entre comillas, por que era su propia casa, pero ellos lo llamaban restaurante.

Después de esto nos fuimos a la playa a tener un encuentro a orillas del pacifico, frente a una hoguera con la gente de la comunidad, leyendas, historias, cuentos, canciones, risas, miradas y alguna que otra picardía. Las torutgas suelen acudir a la orillas a poner los huevos en esta playa por la noche, pero no hubo suete, aunque vimo la iluminación de Costa Rica al fondo.

Fue un día que me aportó mucho, porque necesitaba vivir en casa de alguien de una comunidad para compartir, vivir, realizarme y sentir como es la vida realmente aquí. Aníbal era un trabajador respetado en el pueblo, pese a su edad, por que se cargo todos aquellos cargos de responsabilidad en la cooperativa, aquellos que nadie quería, por la toma de decisiones importantes. Ha llegado alto y sigue trabajando y luchando por crear una casita paralela a la suya, para llevar a visitantes. Su casa estaba bien, pero lo de que todos los muebles eran artesanales salidos de sus manos, me sorprendió, que mecedoras, que sillas, que mesas, aunque la casa no fuera nada del otro mundo.